María Luisa Santillán // DGDC-UNAM
El guajolote ocupó un lugar trascendente en la cosmovisión de nuestros pueblos originarios. Hoy el ave sigue siendo parte de celebraciones, rituales y ceremonias en distintas zonas de la República mexicana. Fuera del país, el guajolote está presente en las festividades decembrinas.
Sin embargo, existen muy pocas investigaciones sobre la presencia del ave en las tradiciones culturales de los mexicanos, algunas realizadas por el doctor Andrés Medina Hernández, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM.
Como parte de su trabajo de investigación, el etnólogo ha recopilado datos sobre la presencia del guajolote en rituales de boda tanto en la Delegación Tláhuac del Distrito Federal, como en una comunidad Tzotzil en Chiapas. Asimismo Medina ha documentado la relación del guajolote con el nahualismo en Milpa Alta y en Zongolica, Veracruz.
Comentó que en Tláhuac, como parte de estos rituales, los padres del novio dan a los de la novia un guajolote vivo, pero antes de entregárselo danzan con él junto con canastas llenas de comida y bebida; posteriormente la familia de la novia recibe al animal y todos bailan con él.
Entre los tzotziles del municipio de Venustiano Carranza, en el estado de Chiapas, al sureste de México, los pobladores despluman vivo al ave en una ceremonia de petición de novia. Asimismo, existe información que muestra que en algunos pueblos mixtecos de Oaxaca, el guajolote es desplumado en el recorrido de la casa del novio a la de la novia.
También encontró que en Yucatán existe una danza del guajolote en la que estos animales son degollados y colgados para que la sangre caiga en la tierra, en este sitio el ritual es parte de la fiesta patronal.
Asimismo, en la Delegación Milpa Alta, del Distrito Federal, recordó que existe un vínculo muy fuerte entre guajolote y nahualismo. En este sitio perdura la creencia de que por las noches se aparece un nahual con la figura de esta ave.
“Como parte de las tradiciones de estos lugares se cree que hay una bruja que se quita las piernas, se pone alas de petate y recorre las calles del pueblo para chupar la sangre de los niños”, narró el investigador.
Estos datos muestran que el guajolote ha formado parte de las tradiciones mexicanas desde tiempos inmemoriales, como rituales sociales y religiosos, pero a la vez que es una figura compleja de estudiar de la tradicional cultural mesoamericana por la falta de información etnográfica que existe sobre él, reconoció Andrés Medina.
“El guajolote es importante en el México mesoamericano, aparece en los códices yucatecos y mayas, en donde se le ve decapitado, hay un mes en el calendario del centro de México que lleva su nombre, además en los códices muchos dioses tienen el traje de guajolote y se ha encontrado que existe un vínculo fuerte entre este animal y el dios Tezcatlipoca”, comentó.
Originario de Norteamérica
Los dos animales domesticados en Mesoamérica fueron el perro y el guajolote. Mientras que del primero se sabe que fue domesticado hace miles de años por pueblos nómadas, sobre el guajolote no se tiene todavía una idea clara.
Los guajolotes en su forma silvestre ocupaban un área muy grande que abarcaba una parte del actual territorio de Estados Unidos y de México. Por eso, para su estudio etnográfico es importante destacar su compleja incorporación a la cultura de los pueblos mesoamericanos, como se advierte en la ritualidad que acompaña su consumo y en la elaboración simbólica que abarca una amplia gama de fenómenos, desde el nahualismo, en la actualidad, hasta su presencia en los sistemas calendáricos.
Como parte de esta tradición milenaria que se tiene con el guajolote, también destaca su crianza, la cual para los pueblos originarios es todo un acontecimiento. De acuerdo con el especialista en etnografía de México, existe una relación muy intensa entre las mujeres y los guajolotes por la atención que se tiene para criarlos.
“La cría del guajolote es todo un acontecimiento porque los animales pequeños son muy frágiles, las señoras tienen toda una serie de atenciones para cuidar a las crías y que sobrevivan, porque las guajolotas no los cuidan mucho. En algunos lugares, como Yucatán, los huevos de la guajolota se ponen a la gallina, porque éstas sí enseñan a sus pollitos a comer”.
Andrés Medina resaltó las peculiaridades del uso del guajolote en la tradición gastronómica de la cultura mesoamericana y que aún se mantienen en ciertas comunidades, pues cada parte del animal tiene un significado simbólico, por ejemplo, en algunos lugares la pechuga sólo se ofrece a la gente más importante del pueblo y partes como la papada, la cabeza, los muslos, el huacal o las vísceras se distribuyen de manera diferente y por orden de importancia.
Para los antiguos mexicanos, el sacrificio del guajolote era casi equivalente al sacrifico humano, sin embargo, después del periodo de la Conquista la importancia del guajolote dentro de la religiosidad disminuyó, pero se ha conservado en las tradiciones de los pueblos indígenas, por lo que impulsar investigaciones etnográficas de este animal permitiría reivindicar su importancia histórica.
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