A ocho días de la elección presidencial, esta demarcación, que suele cambiar de un partido a otro cada cuatro años, podría definir quién llegará a la presidencia
Filadelfia, Pensilvania.
A sólo ocho días de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, la moneda sigue en el aire.
Las encuestas muestran que los comicios están virtualmente decididos en 43 de los 50 estados del país, por lo que 445 de los 538 votos electorales ya están repartidos para todo efecto práctico. Pero los siete estados restantes no han dado color y serán los que definan el resultado.
Desde que se estableció en la Constitución estadunidense el sistema de Colegio Electoral como regla de la competencia para el máximo cargo del país, no es la votación global la que determina quién llega a la Casa Blanca, sino la suma de los votos electorales que corresponde a cada estado. Quien obtiene la mayoría de ellos, gana; y, en un sistema bipartidista, se requieren 270, la mitad más uno, para alzarse con el triunfo.
Nadie pone en duda que el Partido Demócrata triunfará en California y Nueva York, mientras que el Partido Republicano se llevará Texas y Florida, por citar algunos ejemplos.
De esos 445 votos en el Colegio Electoral que ya pueden darse por repartidos, la demócrata Kamala Harris se llevaría 226, mientras que el republicano Donald Trump conseguiría 219. Y como se necesitan 270 para ganar, los 93 restantes —que corresponden a los siete estados donde el triunfo de la una o del otro no puede cantarse aún— resultarán definitivos para saber quién ocupará el cargo durante el siguiente cuatrienio.
Esos siete estados son los siguientes, y su peso en el Colegio Electoral, que depende de la población que tiene cada uno, se anota entre paréntesis: Arizona (11), Carolina del Norte (16), Georgia (16), Michigan (15), Nevada (6), Pensilvania (19) y Wisconsin (10).
Como se ve, Pensilvania es el que más votos electorales tiene de esos siete. Por eso, y también porque ha cambiado de manos en las últimas dos elecciones presidenciales (2016 y 2020), se considera que es el campo de batalla político en el que uno de los dos candidatos ganará y el otro perderá la oportunidad de gobernar el país más poderoso del mundo.
Si, por ejemplo, Harris ganara en Carolina del Norte, Nevada y Wisconsin, y Trump hiciera lo mismo en Arizona, Georgia y Michigan —cosa que no es descabellada—, el otorgamiento del triunfo en estos comicios recaería en los nueve millones de votantes registrados en el estado de Pensilvania.
En 2012, el demócrata Barack Obama ganó este estado por un cómodo margen de 309 mil votos (o 5.38 puntos). Sin embargo, las dos últimas elecciones presidenciales en Pensilvania se han decidido por mucho menos que eso. Trump se lo llevó en 2016 por apenas 64 mil sufragios (0.72 puntos); y Joe Biden, quien nació aquí, lo hizo cuatro años después, por poco más de 80 mil (1.17 puntos), derrotando justamente a Donald Trump.
¿Por cuántos votos ganará alguno de los dos candidatos esta vez? Es difícil saberlo, pero es muy probable que la decisión de unas pocas decenas de miles electores de este estado pese de forma determinante. Ya sea porque no salieron a votar o porque cambiaron de preferencia entre una elección y otra, como ya sucedió en al menos dos condados de Pensilvania entre 2012 y 2020.
En Northampton, oriente del estado, y en Erie, norponiente, los votantes dieron el triunfo al Partido Demócrata en 2012; luego, al Partido Republicano, en 2016, y de nuevo al Partido Demócrata en 2020.
Porque es tan importante Pensilvania para el resultado de los comicios, este estado es el que más visitas combinadas tiene de los dos candidatos presidenciales durante la actual campaña. Entre el 5 de agosto y el 25 de octubre, Kamala Harris ha venido 13 veces y Donald Trump, once.
Ayer domingo, estuvo nuevamente aquí la aspirante demócrata, quien recorrió varios puntos de la ciudad de Filadelfia, y el martes estará el republicano en Allentown, la tercera ciudad más poblada.
Si, al final, la definición de quién gana los comicios presidenciales en Estados Unidos recae exclusivamente en Pensilvania, los días siguientes a la jornada electoral podrían ser de mucha tensión, pues, por su sistema de cómputos de los votos, el resultado podría tardar varios días en conocerse.
Así fue en 2020, a raíz de las modificaciones que se realizaron a las leyes electorales del estado el año anterior, para permitir que muchos ciudadanos que se encontraban confinados por la pandemia pudieran votar. Esa vez, más de 2.5 millones sufragaron por correo o de manera anticipada, modalidades del voto para las que ya no se requiere una justificación. Sin embargo, la ley establece que dichos votos no pueden contarse antes de la jornada electoral, lo que crea un embudo para las autoridades encargadas.
Al momento de escribir estas líneas, 1.8 millones de ciudadanos habían solicitado votar de forma alternativa, y, de esas boletas, un millón ya había llegado a su destino. Los electores de este estado tienen hasta mañana, 29 de octubre, para solicitar el voto por correo o en ausencia. Los demás estarán convocados a acudir a alguna de las cerca de 9 mil casillas que se instalarán.
Aunque ha perdido prácticamente la mitad de sus votos electorales en un siglo —por el declive en su población—, Pensilvania no es sólo un estado codiciado en la actual contienda electoral, sino uno con gran peso en la historia de Estados Unidos. Fue el segundo en sumarse formalmente a la Unión Americana, después de Delaware, así como el lugar donde se firmó la Declaración de Independencia y se redactó la Constitución de Estados Unidos. Es también el estado donde se fabricó, a partir de 1868, la mayor parte del acero sobre el que este país se consolidó como potencia económica y militar.
Asimismo, Pensilvania será recordado como el lugar donde casi matan a un candidato presidencial y expresidente del país. El 13 de julio, en la localidad rural de Butler, al norte de Pittsburgh, una bala disparada por un francotirador rozó la oreja derecha de Donald Trump, cuando éste daba un discurso ante sus simpatizantes. El atacante fue abatido, y Trump recibió un gran impulso en sus aspiraciones para regresar a la Casa Blanca cuando se difundieron fotos de él con el puño en alto, en actitud desafiante, y el rostro salpicado de sangre.
Aquí, pues, es donde vale la pena observar la última semana de las campañas electorales. Pensilvania, con sus 19 votos electorales en disputa, seguramente decidirá al final quién se queda en el camino y quién llega a la Casa Blanca, la residencia presidencial en Washington, DC —ciudad que sustituyó a Filadelfia, en 1800, como capital del país—, y cuya dirección es, casualmente, el número 1600 de la avenida Pensilvania.
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