Hace calor. Tengo sueño. Me duele la espalda. Tengo poca batería. Aún es temprano. Empiezo después de terminar mi serie. Y así… mil excusas y actitudes de autosabotaje que suman horas a actividades y deberes… La procrastinación no es un mal solo de “jóvenes”… y nadie puede negar haber sido su presa muchas veces… ¿o tú sí? Veamos…
Procrastinación, ¿es un estilo de vida?
Vamos por partes… Procrastinar es tener el hábito o la costumbre de posponer o postergar actividades y responsabilidades para hacer otras más sencillas o agradables. Nada que no sepamos ya. Pero, realmente no es tan inofensivo ni positivo como si formara parte de nuestra personalidad “relajada”, como quizás quieres aparentar. En psicología, procrastinar se define como: “La sensación de ansiedad generada ante una tarea pendiente de concluir. Es un trastorno del comportamiento que a todos nos afecta en mayor o menor medida en alguna ocasión”.
El problema se presenta cuando esta actitud aparentemente normal se vuelve una constante y afecta el ritmo de vida, con la creencia de que eso, que no se quiere o no se puede hacer hoy, mágicamente se podrá resolver el día posterior; cuando realmente el asunto va por mala distribución y organización del tiempo sumado a actitudes evasivas.
Todo lo que procrastinamos –no hace falta enlistarlo, pues es bastante intuitivo- va creando en el procrastinador sensaciones de inseguridad, insatisfacción, estancamiento e inferioridad. Lo peor: como resultado, vamos perdiendo la confianza de los demás.
Tipos de procrastinación
Sí… resulta que no es solo “pereza” y ya. Tiene sus razones y sus tipos, además de particularidades:
1.-Expectativa (nivel de confianza):
El exceso de confianza nos lleva a no hacer nada, esperando sentados a que ocurra un milagro. Afecta la estimación de la dificultad de la tarea, restándole importancia, y a veces resulta ser mayor que nuestras estimaciones.
Se suele medir la cantidad de energía necesaria para lograr el objetivo con el mínimo esfuerzo y obtener igualmente la recompensa.
Por otro lado, también están los casos contrarios: quienes se subestiman y desmeritan sus cualidades, por lo que creen no poder resolver la tarea y por ende ni lo intentan.
2.- Valoración (propensión al aburrimiento):
Este tipo de procrastinación es complejo y casi se puede tomar como un juego.
Las obligaciones más odiadas son aquellas que suelen ser repetitivas, monótonas y fáciles. Se debe buscar hacer de ellas un juego, con la característica de escala de nivel por dificultad hasta alzar la meta (completar la tarea); es importante buscar el equilibrio pues si es demasiado difícil puede causar frustración y su posterior abandono, y si por el contrario, es muy sencilla resultaría aburrida.
Lo mejor es crear metas encadenadas a través de pequeños objetivos, cuyo fin es motivar a llegar al final de la misma. Teniendo eso en cuenta, es importante también recordar que estando cansados o con falta de energía, completar misiones se vuelve más complicado; y por el contrario, generar autocontrol y automotivación nos desgasta, por lo que aceptar que nuestra fuerza es limitada nos ayuda a manejarla mejor.
3.-Impulsividad:
Lo dicho anteriormente es inútil cuando el enemigo es la impulsividad, cuando nos gobierna nuestro lado instintivo y no el racional… ese mismo que te “recuerda” que “no debí haberme comido esa pizza” mientras nos limpiamos los restos de salsa de las comisuras, o sea, cuando ya es demasiado tarde.
Básicamente hablamos de tentaciones. Debemos descubrir cuáles son, ponerlas en lista y mantenerlas fuera de alcance –como ese anuncio de precaución dirigido niños- para evitar el autosabotaje: si es el celular, ponlo en modo avión; si es el Internet, descarga un programa de bloqueo a la web que se active a ciertas horas, etc.
Es cuestión de saber negociar, por ejemplo: jugar esa partida online o de póker antes de enfocarte en el trabajo para que no estés distraído a la hora de la verdad.
Evita incentivar actividades que te alejen de tus tareas. Fragmenta tus objetivos en pequeños logros, es decir, si tienes que estudiar un libro de biología, empieza por el tema que más te guste -digamos, el ADN-, luego el segundo que más te agrade y así progresivamente…
Regla de los “2 minutos” para evitar postergar
Consta de dos fases, según su creador James Clear:
Si toma menos de dos minutos, hazlo ahora. Del libro Getting Things Done de David Allen entendimos que muchas cosas son más fáciles de hacer al momento que dejarlas acumular, como fregar los platos luego de la comida, tender la cama, botar la basura, meter la ropa a lavar, limpiar el escritorio, mandar un e-mail, etc.
Si inicias un nuevo hábito, este debe tomar menos de dos minutos en hacerse. Hace de abreboca para que asumamos que se empieza por algo, y ese algo no debe tomarnos más de dos minutos de iniciativa.
Si quieres comer saludable come un trozo de fruta y antes de darte cuenta ya querrás una ensalada completa.
Si quieres ser escritor escribe un párrafo y seguido ya tendrás una hora escribiendo tu primer capítulo.
Si quieres caminar fija días concretos (lunes, miércoles y viernes, por ejemplo) y ponte tus zapatos deportivos en casa, así saldrás con ellos, lo que implica caminar.
Si quieres habituarte a la lectura solo lee la primera página de un libro y pronto no podrás parar.
Artículo recuperado de culturizando.com
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