Rulo Luna Ramos / matadornetwork.com
La primavera en el hemisferio norte está a la vuelta de la esquina y, como cada año, los cambios en las horas de luz y en la temperatura promedio llevarán a la repentina floración de miles de árboles y plantas que cambiarán el color de todo lo que nos rodea. Uno de los árboles más famosos en este sentido —me atrevo a decir que el más famoso después de los cerezos japoneses— es la jacaranda. Las flores violetas de las jacarandas son sinónimo de la llegada de la primavera en docenas de ciudades alrededor del mundo y se han vuelto un ícono en muchas de ellas. Estos son algunos datos que ya deberías saber sobre este colorido árbol.
La jacaranda azul
La jacaranda es un árbol originario de las zonas tropicales de América del Sur, específicamente de la región del Gran Chaco entre Argentina, Bolivia, Brasil y Paraguay. Aunque hay cerca de 50 especies de jacarandas registradas, el árbol que normalmente vemos en los paseos arbolados de nuestras ciudades corresponde a la especie Jacaranda mimosifolia —llamada jacaranda azul en el mundo angloparlante—; el uso de esta planta como árbol de ornato se popularizó en los últimos 200 años y esto la ha llevado a la distribución global que presenta actualmente.
Los árboles de jacarandas presentan un crecimiento lento pero continuo y no es extraño que lleguen a vivir más de cien años; un árbol adulto puede medir más de veinte metros de alto y su copa se puede extender de manera significativa. Las ramas de las jacarandas se doblan en ángulos marcados, lo que les da un aire tétrico cuando pierden sus hojas en los meses de invierno, pero el carácter más distintivo de esta especie son sus vistosos racimos de flores que van del azul al violeta —aunque hay individuos que presentan flores blancas— y que se desechan tan rápido como surgen, creando un espectáculo de color que se manifiesta tanto en las copas de los árboles como en el suelo debajo de éstas.
Un árbol muy jacarandoso
Aunque la relación entre la jacaranda y lo jacarandoso parece obvia, estas dos palabras no tienes una raíz etimológica común y el hecho de que las jacarandas sean árboles jacarandosos —porque sí que lo son—, es un mero accidente del lenguaje.
El adjetivo jacarandoso, usado para identificar a alguien sumamente alegre o desenvuelto, es común en el español de varios países (incluyendo España y México). Jacarandoso se deriva de jacarando —fanfarrón o hablador— y jacarando a su vez viene de jácara, un género de música alegre que se presta para bailar, pero también un cuento que involucra exageraciones o mentiras. De aquí, se puede rastrear la palabra hasta sus raíces árabes y persas, donde la voz “jaque” hace alusión a la figura del rey y se relaciona con el movimiento que acerca a los jugadores de ajedrez a la victoria.
La jacaranda —el árbol— obtiene su nombre del guaraní hakuã (perfume) renda (lugar) y se puede traducir como “lugar perfumado”. Curiosamente, las flores de la jacaranda no son famosas por producir aromas que sean particularmente atrayentes. Las jacarandas son polinizadas por abejas y la forma en al que estas flores se hacen notar es a través de estímulos visuales, no olfatorios.
El árbol local del mundo
La arboricultura urbana ha mantenido una estrecha relación con las jacarandas desde mediados del siglo XIX y una buena cantidad de ciudades alrededor del mundo —incluyendo Buenos Aires, Ciudad de México, Lisboa, Río de Janeiro, Pretória, Johannesburgo y un montón de ciudades de la costa este de Australia— han adoptado este árbol para embellecer sus calles y avenidas. La presencia de árboles de jacaranda en todas estas ciudades es significativa y muchos de sus habitantes ven a las jacarandas como plantas asociadas a su identidad local.
Grafton es una de las muchas ciudades australianas en las que la floración de las jacarandas conllevan la organización de festivales y eventos alusivos. Las jacarandas llegaron a esta ciudad de la costa este de Australia en 1879 y aún hay algunos individuos sobrevivientes de aquella primera incursión. Al sur de Grafton, en la ciudad de Sydney, las jacarandas tampoco pasan desapercibidas; una de las jacarandas más famosas del mundo adornó el patio de la Universidad de Sydney por casi cien años, volviéndose parte de la identidad del recinto. Esta jacaranda murió en 2016 pero la universidad se encargó de hacer un injerto —utilizando una rama de la planta original y la raíz de otra jacaranda— para mantener viva la memoria del icónico árbol. La nueva jacaranda florece desde hace un par de primaveras.
Pretoria, una de las capitales administrativas de Sudáfrica, ha adoptado el nombre de “Ciudad de las Jacarandas” debido al gran número de árboles de esta especie. Hay más de 70 mil árboles de jacaranda y se calcula que corresponden al 17% del total de los árboles de la ciudad. Pretoria es famosa por ser el lugar en el que Nelson Mandela fue enjuiciado entre 1956 y 1961. Mandela era fanático de los árboles de jacaranda y en Un largo camino hacia la libertad, menciona que los momentos más agradables durante su juicio por traición fueron los almuerzos que le permitieron tener a la sombra de las jacarandas en los jardines de Pretoria.
En Buenos Aires, la explosión violeta de más de 14 mil individuos de jacaranda —o jacarandá, como se le conoce de ese lado del mundo— es todo un espectáculo en los meses de noviembre y diciembre. Los jacarandás llegaron a Buenos Aires a finales del siglo XIX por intercesión de paisajista francés Carlos Thays y hasta hoy son uno de los árboles que mejor representan a la ciudad (el jacarandá es considerado un árbol distintivo de la ciudad de Buenos Aires desde 2015). En Buenos Aires también hay árboles de jacarandá famosos, como ejemplo está ese árbol que se encuentra en Avenida Belgrano —por el número 900— y que tiene la peculiaridad de dar flores blancas en una de sus ramas.
Existen muchas versiones distintas que explican el volumen de jacarandas que adornan las calles de la Ciudad de México. La primera de ellas habla de la necedad del ex presidente Plutarco Elías Calles por llenar las calles de la Ciudad de México de cerezos y su subsecuente intercambio por jacarandas (los cerezos no se dan en el clima de la Ciudad de México); otra de las versiones habla de un jardinero japonés que utilizó las jacarandas para embellecer los jardines privados más suntuosos de la ciudad y que posteriormente utilizó estos mismos árboles en la remodelación de algunas áreas verdes de la ciudad. No se sabe a ciencia cierta cuál de estas historias —¿tal vez una combinación de ambas?— refleja mejor el origen de las jacarandas en la Ciudad de México, pero hoy son un ícono que adorna muchas de sus colonias y avenidas principales.
El pánico violeta
La floración de las jacarandas coincide con la llegada de la Navidad en el hemisferio sur y hay un buen número de tradiciones que han surgido de esta relación. En Queensland, Australia, los estudiantes universitarios utilizan el término purple panic para referirse al periodo de exámenes antes de las vacaciones navideñas. Obviamente, el pánico viene de la mano de la entrega de trabajos finales y de la preparación para los exámenes. El color asociado con este periodo de frenesí estudiantil es el morado pues las jacarandas están a todo lo que dan e incluso se han ganado el nada grato sobrenombre de “árbol de los exámenes”. En Sudáfrica, en Pretoria para ser exactos, una advertencia común de los profesores a los estudiantes es que si no han comenzado a estudiar para el momento en el que las jacarandas comienzan a florecer, seguramente es demasiado tarde.
La jacaranda en riesgo
A pesar de ser una especie que se encuentra distribuida a lo largo y ancho del planeta, su hábitat original —en piedemontes al noroeste de Argentina y Bolivia— se encuentra en riesgo por ser un ecosistema que se está perdiendo rápidamente en favor de terrenos agrícolas. Por esta razón, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza considera a la jacaranda dentro de su lista roja con categoría de vulnerable.
Más datos curiosos
Bajo ciertas condiciones climáticas, las jacarandas presentan dos floraciones al año. Una masiva a inicios de la primavera y una más modesta durante el otoño. La segunda floración no es muy vistosa ya que las hojas de las jacarandas disimulan la presencia de las flores.
Estacionar un auto debajo de una jacaranda en flor no es buena idea. Todo el que haya hecho esto sabe que las flores de las jacarandas dejan un residuo pegajoso que es muy difícil de limpiar; lo que no todo el mundo sabe es que esta sustancia no es producto de las flores sino una sustancia desechada por los insectos que se alimentan de ellas.
En los límites más templados de su distribución, como en el caso de las jacarandas de California, la floración principal se da en mayo, justo antes de que comience el verano.
Una de las razones por las que las jacarandas han sido tan utilizadas en arboricultura tiene que ver con su raíz. Al contrario de muchos árboles de su tamaño, las jacarandas no tienen raíces superficiales que puedan dañar infraestructura urbana.
Durante décadas, el gobierno sudafricano prohibió la siembra y transplante de árboles de jacaranda por considerarlas una especie invasiva. Afortunadamente, esta prohibición nunca contempló eliminar los árboles que ya se encontraban sembrados.
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